Entrando en la casa
repara meticulosamente en cada detalle. Es un observador nato a pesar de su
corta edad. Estudia las paredes, observando su forma, color e incluso textura.
Se detiene en el cuadro y ante el abstracto de cuatro colores se deja asombrar aun
cuando su rostro indica que mucho no entiende.
-De esto me
hablabas? Esto era lo que me querías mostrar? - pregunta casi sin esperar
respuesta. Está absorto, dado a la tarea de descubrir aquello que le dije,
tanto valor tenía para mí. La curiosidad le gana, y no le gusta que le
simplifiquen los problemas que se ha dado a resolver. Así que se da a la tarea
de inspeccionar.
Observa el piano,
pasa sus dedos sobre las teclas. Se sienta frente a él, y hace las veces de un
gran pianista. Me río para adentro con sus muecas y gestos a ojos cerrados.
Deja el juego y vuelve a su tarea de dar con el objeto. Mira la mesa, y
entiende con facilidad que no hay nada que merezca la atención más que una taza
y unas galletas que en cualquier otra mesa pueden ser halladas.
Se empieza a
impacientar, así que acelera su búsqueda. Se tira en el futón y piensa, quizás
el valor está en su comodidad. Pero no ve nada en mi rostro que indique que
haya resuelto el acertijo. Intento darle una pista, pero antes que abra mi boca
me pide que calle. Es tozudo, y quiere hacerlo solo.
Se aventura entonces
en el cuarto. Recorre pausadamente los títulos de la biblioteca y empieza a
reparar en cuanto me gustan los libros. De a ratos mira mi rostro y trata de
encontrar alguna mueca, pero halla ningún indicio que le sea suficiente. Se
topa con el violín de la abuela, y recuerda la historia. Lo toma con sus manos
y todo campante me dice: "La hubieras hecho más complicado. Esa historia
ya me la contaste" - Casi - le contesto, solo para ver como su rostro se
frunce nuevamente.
Busca, revisa,
piensa, pero nada. Cansado se tira en la cama a sus anchas, resuelto a tomarse
un descanso antes de continuar con la tarea. Apoyado en el marco de la puerta
lo observo, absorto en su juego. De pronto pega un salto, y está en cuatro
patas en el piso revisando debajo de la cama.
Se sienta y
desilusionado me mira. - Me doy - confiesa. Me acerco entonces, y abro el
placard. Abro un cajón y saco una vieja caja de golosinas. Me mira con rostro
desconcertado. Me siento junto a él en el piso y abro el frágil
"cofre". Empiezo a sacar entonces su contenido: mensajes en hojas
arrancadas, notas en el reverso de un ticket del supermercado, algún llavero, y
hasta envoltorios de chocolates y alfajores. Me mira y no comprende. Le explico
entonces: "no son las cosas, si no las historias detrás de
ellas."
Muy bueno.... para mi cargado de misterio. También me quedo absorta en la búsqueda de cuál será el mensaje? Y solo debo aguardar con paciencia para darme cuenta de lo siguiente: "Me mira y no comprende. Le explico entonces: "no son las cosas, si no las historias detrás de ellas." Realmente las cosas sin dudas pasan, envejecen, se rompen, se pierden, en fin... "las cosas"... Pero no así las historias detrás de ellas, cargadas de vivencias, experiencias, recuerdos, alegrías, tristezas, picardías.... "Las historias detrás de ellas, no son las cosas".... Un abrazo Mariano. Disfruto mucho leyendo tu blog.
ResponderEliminarGracias Cris! Me alegra... es la idea de compartir. Un abrazote grande!
EliminarPorque lo esencial es invisible a los ojos :)
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