jueves, 7 de julio de 2016

ACUERDOS ENTRE CUERDOS

En el frío vidrio del escritorio se reflejan los rostros en disputa. Seis asientos y un ambiente que se corta con cuchillo. Un ida y vuelta sinfín y palabras lanzadas a quien solo escucha sus elucubraciones. El escribiente con mano incendiada y quien dirige envuelve en palabras la reunión. Construir acuerdos, como adultos, resuena aún.
 
Metro veinte, metro treinta, metro diez, y algunos apenas un metro. Flacos, largos, petisos y hasta algunos regordetes. Rubios, morochos, castaños y hasta algunos colorados. Tranquilos, silenciosos, bulliciosos y siempre, y más de uno, efervescentes. Con sonrisa, con guardapolvo, con carcajadas y hasta algún distraído con chichón. Divertidos, serios, juguetones o hasta algún tristón. Queridos, amados, mimados y, aunque no se entienda, algunos ignorados o golpeados.

La escuela enseña, la familia educa, reza la frase empuñada. Disquisiciones lingüísticas sin ton ni son. Círculos discursivos con falta de corazón. Un relato adulto que pugna por la razón. Y en el medio, o quizás más hacia el fondo, en un segundo  plano, no sujeto a discusión, ellos. Los sin voz, los sin voto, los sin voluntad, los sin deseos. Los chicles del medio, de los que se tira, de todos lados, por "su bien".

Qué pasaría si un día todos, entendiéramos que sin importar su estatura, peso o color; carácter, temperamento o  situación, son niños de puro corazón. Niños, personas no adultas, no discursivos y hasta en ocasiones faltos de razón. Niños personas, que requieren de nuestro cuidado, cariño y protección.