martes, 3 de mayo de 2016

OFF LINE

Bufanda al cuello, medias de invierno, jean grueso y campera rompe viento. Es domingo por la tarde y las ideas no sobran; al contrario, faltan. Subo al ascensor, bajo a la calle. Abro la puerta y me encuentro por primera vez con el día.

Fresco, pero con el arropamiento no lo siento. Un tanto gris, hasta con algunas gotas tímidas que caen para completar la escena. Movido por la angustia del domingo por la tarde (como algunos se han permitido llamarla) me doy a la suerte de recorrer el camino de mis pies. Me convenzo, a medias, de encontrar en el recorrido alguna historia que me permita escribir. Pero para asegurarme que la caminata no sea infructuosa, pongo a mis pasos la voluntad de encontrar algo dulce para el estómago.

Recorro entonces las calles, las vidrieras, los rostros. Observo, indago. Fuerzo alguna escena tratando de encontrar una historia encubierta, y me encuentro a mí mismo cayendo en clichés que en las letras sobran. Finalmente, me doy a la suerte de no pensar, aunque me reprocho la poca creatividad. 

No puedo; entonces pienso, pero aún más, siento. Los pies por el suelo, los ojos revueltos y la mente en piloto automático. Y después de unos metros me encuentro.  Alienado hacia adentro. Separado, silenciado, desconectado. Me encuentro intencional y personalmente interrumpido, pero me encuentro. 

Entiendo allí el tinte gris de la escena. Veo, donde se posan mis ojos, algo de lo que llevo dentro. Y al sentir el entramado de blancos y negros, percibo un atisbo de conexión conmigo mismo. Comprendo entonces que la conciencia huye ante la realidad. Que la cabeza y el corazón recorren caminos distintos para no pensar lo que siento, y para sentir lo que no pienso.

Acepto que hace falta hacerse cargo de los platos, no desde la figura del arrepentido que busca la reducción de su pena, ni como quien busca una amnistía negligente; mucho menos asumiendo procesiones meritorias. Más bien, mirando a rostro descubierto las realidades, pronunciándome los silencios y sintiéndome en carne viva. No careteándome los emociones, ni mintiéndome en mis estados, sino declarándome las verdades verdaderas.

Asumiendo el pasado y el presente, y sus historias encriptadas, como elementos construidos por decisiones tomadas (algunas buenas y otras no tanto). Pero también, asumiendo los pensamientos y emociones emergentes como estados verdaderos, auténticos y necesarios a partir de los cuales tomar nuevas y mejores decisiones, en este camino de hacer las paces con uno mismo. 

6 comentarios:

  1. Que palabras tan significativas Mariano!! Según lo que cada uno este vivenciando en el momento de su lectura, son sensaciones diferentes. Me he sentido muy identificada. Me parece que muchas veces queremos encontrar en el "afuera" lo que necesitamos "mirar", "visualizar con claridad", "desentrañar hasta la esencia mínima, básica y elemental" lo que nos esta sucediendo, la historia que se está escribiendo en el propio devenir de la vida misma mientras respiramos y tomamos decisiones. Luego hacemos conciencia que basta con mirar nuestro propio interior y sin pudor ni vergüenza ver nuestra desnudez y auto-reconocernos. Re-conocernos. Y hasta quizá volver a construirnos. Pero primero debo desconstruir y luego re-construir. Tarea nada sencilla, pero muy posible. Nuestra subjetividad esta constituida ya... Pero aún se sigue constituyendo y seremos los arquitectos de nuestro destino.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias de nuevo, por masticar y digerir el texto. Gracias también por identificarte y poderte meter en la historia. Un abrazo Cris!

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Caminante son tus huellas el camino y nada más,
    caminante no hay camino, se hace camino al andar.
    Al andar se hace camino y al volver la vista atrás,
    se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.

    ResponderEliminar
  4. No sé si un día lograré encontrarte sin la palabra justa.
    Gracias. :D

    ResponderEliminar