Son las
once cero tres, y en Cerro Cóndor el último despistado se acercó a la radio.
LU20 es lo única voz que se escucha por estas horas. Lleva nueve días el mes de
marzo, y este año que se promete de cambios, sigue igual de ligero. Todos
esperan que aquel que está del otro lado, diga algo de quien más esperan.
Hubo
noticias para Dos Lagunas, Los Altares, Gobernador Costa y hasta para Colicheo,
pero parece que no hay novedades para Cerro Cóndor. Las viejas de la manzana se
lamentan, porque no habrá tema para el mate de la tarde. Los hombres del campo
resignan un día más de espera de lo necesario para el trabajo. Pero justo antes
de terminar, el locutor menciona:
Para Petrona Tripailaf,
su cuñada le hace saber que mañana jueves va Antonio a buscarla.
Le ruega que esté preparada.
"La
Petrona! Y el Antonio?" Las viejas se regodean relamiéndose los bigotes.
"Uste´ la viera!" se le escapó en el mercado a doña Cracia frente al
almacenero. Ruborizada se comió los gestos, y recordó que Antonio es amigo del
dueño. En la bolsa amontonó el pan con la carne, rogando que no se quiebre
ningún huevo, y luego apresurada corrió para borrar la incómoda situación.
"Vieja alcahueta" masticó el Alberto, e hizo pasar a la caja a la que
siempre pide fiado.
Ya en la
calle, Cracia acelerada y elucubrante, se estroló contra un postigo. Fue tanto
el ruidaje de las maderas ya añejas, que doña Aurora, siempre propensa a la
ventana, se asomó con premura para retar a los niños atolondrados. Se tragó las
palabras cuando vió que Cracia, la esposa del hacendado, era la afortunada que
aún conservaba el equilibrio. Las pantuflas sonaron en la escalera de la
puerta principal y rápido se echó al piso a juntar con Cracia el pan
desparramado, la carne chorreante y los vestigios de los escasos 6 que ahora
eran 3 huevos.
"Uste´escuchó?"
con sorna dijo Aurora. "La Petrona y el Antonio" guiñando a medias un
ojo medio tuerto. Pero Cracia no volvía en sí, y sin querer aplastó otro huevo.
La clara y la yema, y Yema la tía de Antonio, que le decía: "ese
siempre cae parado". Recobrando la postura y acomodando el vestido
sentenció: "ya le había dicho yo, pero uste´ no me creyó".
Siguió el
paso, y Aurora se encerró para discar la nueva noticia a las chicas del té de
los jueves. Estamos a martes y falta mucho para guardar la novedad. Pasó Cracia
por la puerta de la familia Tripailaf y escucho el canto y la algarabía del
lugar. Persignándose por la falta de decoro, continuó con recelo su
caminar.
A Petrona le sobran años pero le faltan prejuicios. Desembarazada de los años mozos y sus pudores, ha abierto el ventanal principal y ha dejado que su sonrisa dé qué hablar.