martes, 31 de mayo de 2016

COLLAGE EXQUISITO

Garua finito, y la calle parece cada vez más cuesta arriba. Logro ubicar el "vehículo", si el artefacto de dos ruedas permite el calificativo. Como buen foráneo intento ingresar por el acceso incorrecto, quedándome parado frente a dos hojas de vidrio que nunca se abrieron. Apurado entonces por encontrar la puerta, pero más por evitar que los que están dentro me vean en situación, rodeo el edificio para lograr dar con la muestra.

Treinta artistas locales se dan cita en el centro cultura para mostrar un "Collage exquisito". Voy a ser sincero al decir que entré a la sala un tanto perdido, pero muy expectante. A primera vista encontré que el género y la edad que porto no se ajustaban al promedio. De a poco también comencé a notar que la vestimenta tampoco lo era. Sin embargo, pensé que no eran cosas que pudiera cambiar ya, y me di a la tarea de observar.

Apelando nuevamente a la sinceridad, más cruda esta vez, no fue sencillo contemplar entre tanto bochinche social, ni tanto niño correteando a los gritos. Pero me di a la tarea de comprender lo que me pareció en primera instancia incomprensible. Quizás por mi percepción del ambiente, proyecté en las obras un aire de superficialidad estética sin mucho profundidad que develar.

Dado el primer recorrido, y todavía tratando de comprender, entre otras cosas, la tertulia social que se daba cita; y a decir más, esperando la explicación por parte de los autores de sus producciones, opté por abstraerme y dar un segundo recorrido. Más en silencio, más puertas adentro. También, más detallado, pero a su vez más libre. No reparar en todas, sino solo en aquellas obras que captaran mi atención. Y observarlas, diseccionarlas y por un momento dejarme llevar, permitiendo percibir más allá de lo obvio.

El pensamiento me pudo: se observa mejor en silencio. Al fin y al cabo hay un alguien, del otro lado, que a través de una selección no azarosa de retazos, líneas, formas, colores, matices, texturas y demás elementos, intenta manifestar a un otro algo que merece ser escuchado con la vista. Y eso requiere, a mi entender, silencio.

Me dejé entonces llevar por una ventana que contempla un reflejo acuoso de una ciudad a media noche, por un tul blanco que rodeado por un texto escrito a mano alzada da cuenta de un agradecimiento que el tiempo no borra, por una mirada perdida en el horizonte compuesta por retazos de mil revistas que como cada mirada se compone de mil recuerdos e historias nunca contadas. Y me dejé llevar por el juego inocente de luces y sombras en los vestidos fluctuantes de un grupo de bailarinas, por las escaleras rotas de una vieja casa bañada en enredaderas, por el sonrosado cabello de una modelo, el sombreado azulado de sus ojos, y la lágrima a tono que recorría su mejilla.

Reparé en una gran huella dactilar compuesta por cientos de líneas de colores diversos. Y en un primer pantallazo creí ver su forma. Luego acercándome más, siguiendo cada una de ellas, comprendí los innumerables cursos, muchos impredecibles, muchos escondidos entre otras líneas. Y capté la singularidad no evidente de un mensaje preparado para el oyente, de esta y cada una de las obras. Un mensaje de tonalidades y formas devenidas en palabras y sensaciones nacidas del juego entre quien muestra y quien ve. Y mientras escribo estas líneas concluyo, menos mal que me llamé al silencio y me permití una segunda mirada.

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