martes, 17 de mayo de 2016

AMAR, TEMER, PARTIR I

La cebolla salteada, la acelga del freezer. Los trocitos de morrón congelados y la cucharada de queso crema. Un huevo (no dos, para cuidar la salud), batida su clara para darle un algo especial a la preparación. Después agregar la yema y los demás ingredientes. Por último los condimentos que le dan ese toque que alegra el paladar. Y mezclar todo, y a la sartén. Y que la tortilla empiece a ser.

Controlo, para ver que la gestación sea adecuada, y noto entonces que la salud me jugó en contra. Un solo huevo no fue suficiente. Recuerdo a la viejita de 116 años que cuenta anecdótica entre sus secretos para la longevidad la ingesta diaria de uno o dos huevos crudos al día. Me río para adentro, y la tortilla termina siendo un revuelto de acelga. Aunque pienso: "Quizás hasta mejor. Pega con el día."

9 de Julio y Villegas, y el arte de una alemana (casi suena a la húngara de Gasalla1) en un museo argentino. "Amar, temer, partir: escenografías de familia" por Lili Tetzner. Ingreso a la sala, pregunto si se puede ver, y ante la afirmativa me quedo observando un maletín colgado de la pared que no tiene tapa. Se encuentra dividido en fragmentos menores con un entramado de maderas, y encierra en sus cubículos fotos que retratan a tres familias: la familia Cromo, la familia Bronce, y una tercera que ya no puedo recordar. Cada cual con sus integrantes, y comentarios: las primas chusmas, los tres nenes rubios, el abuelo que tragaba nieve, y demás. Lo extraño y simpático a la vez, es que todos ellos son muñecos de época, cada uno con sus vestimentas y expresiones.

Primero no entiendo del todo, pero me permito la inmersión. Encuentro escenas de familias y en cada sala paredes dedicadas a momentos. "El día que papá tocó fondo" y tres cuadros: el superior muestra una barca donde hay un hombre, una mujer y un niño remando en el lago; el siguiente, el mismo hombre nadando hacia el fondo; el de más abajo, de nuevo el personaje pero ya sentado en el fondo y un pez jugando a su lado. En otra sala, una inscripción reza: "En el mar" y encima una seguidilla de retratos de individuos cada uno tras una ventanilla de ojo de buey, dando la sensación de quien viaja hacia lo desconocido. En una tercer sala, el mapa de una ciudad. En sus calles un mensaje escrito a alguien que intuyo vive lejos. Palabras que destilan afecto, y un código de añoranzas solo descifrado por dos.

Sumergido de a poco empiezo a entender, pero aún más a sentir. Y me voy, un poco revuelto. Con sentimientos encontrados. Sí, sí, encontrados, porque detrás de esos muñecos fríos, se huele una historia de nostalgias, despedidas,  amores profundos y sinceros, nacidos de un otro que quiere decir, que se toma el trabajo de contar. Y me mueve, me  conmueve, la humanidad impresa en unos simples muñecos. Y me voy un poquito revuelto, pero también, un poquito más lleno.


1.Al citarse a la húngara de Gasalla, se hace referencia a un personaje aparecido en la película "Esperando la Carroza". Esta mujer velada por error pensando que era mamá Cora, la abuela de una familia que protagoniza la película.   

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