domingo, 1 de mayo de 2016

LA GALERÍA DEL RECUERDO

Mis pasos, sin quererlo, me llevan a una habitación gélida. Sabiéndome dentro del recinto, un suspiro profundo se me escapa. Vidrios esmerilados, anchos y de gran altura hacen las veces de paredes que limitan el espacio. En el centro una luz tenue que da un tono de nostalgia a la escena. En los rincones la oscuridad que se escabulle.

Camino, como quien conoce el recorrido. Se amontonan en sus paredes cuadros de diversas formas, tamaños y colores. Son recortes del pasado. Impresiones vivas de un tiempo que ya no es, pero que insiste en emerger. La tristeza y la rabia, el consuelo y la paz, la negación y el silencio resignado. Uno a uno, situaciones, olores, sonidos, palabras, abrazos, llantos e incluso sonrisas.

Recorro quedamente, y observo. Observo que algunos están como apagándose, desdibujados por el tiempo y sus andares. Otros los siento vivos, casi frescos podría decir. Pero trato de no quedarme en ninguno, aunque todos movilizan algo en mí. 

Siempre me pasa lo mismo. Terminado el recorrido me siento en un banco que aparece en medio de la escena. Mis piernas ligeramente abiertas y el cuerpo recostado sobre ellas. Los codos se traban en las rodillas y con las manos sostengo mi cabeza. Llegado el momento, más por costumbre que por deseo, emerge la pregunta de siempre: "¿Por qué?" Levanto de nuevo el rostro y con un giro lento me permito observar los cuadros nuevamente. Pienso para mis adentros: "la vida es eso que pasa mientras tratamos de explicarla".

Me inclino una vez más y descanso en mis manos. Cobro fuerzas y decido salir de la habitación.

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