jueves, 19 de enero de 2017

CRÓNICA DE UNA HISTORIA ANUNCIADA

Un estruendo que desgarra la noche. Las miradas despedazadas, y la nulidad de la gorra para hacer algo, y la impotencia que brota por los poros. Después de la explosión que detuvo el tiempo, de a poco retornan esos sonidos que nunca se fueron. La monótona estridencia de las sirenas, el ladrido de los perros alborotados, y un sollozo mudo que estremece y convulsiona a quien no comprende.

Una pelea, como las de costumbre; un grito, de los que hacen a la melodía familiar; una cachetada, que ya no le llama la atención a nadie. Y las miradas frías, y los tonos altos. Y las palabras airadas y los puños cerrados. Y los muebles atropellados, y el florero comprado la semana pasada que deberá ser repuesto esta semana otra vez.

Y un segundo de descuido, y un acto de desesperación, de auxilio y de conciencia, y un teléfono al que se le presionan tres números de socorro. Y una voz neutra que toma el pedido y acciona el botón. Y la vuelta a escena, y otro grito, y otra cachetada, y la ignorancia de la llamada. Y la hombría mal entendida, y la fuerza que atropella, y el macho que se impone.


En el griterío de la habitación y el crujir de los muebles, la sirena se anuncia. La inteligencia que no falta, los cabos que se unen y la escena que se completa. Despavorido el macho corre, sin saber que sus seis décadas no lo llevaron a sitio similar. Entrado en desesperación se encierra en su Mercedes y ante la mirada atónita de una mujer fuera de sí, que como de costumbre vuelve a correr tras él, se persigna. Toma el caño e introducido en su boca detona el destino.

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