Viernes rozando el
mediodía y una mañana que se fue en palabras. Fresco, renovado, salgo a comprar
los víveres. Llego a la verdulería y cual forastero me doy a la tarea de
inspeccionar la zona. Tomo unas bolsas y empiezo la tarea de seleccionar.
Me acerco a una
peligrosa torre de zapallitos de tronco, y cual jugador de Jenga comienzo a
sacar las piezas, con la mala (malísima)
suerte que la avalancha de hortalizas se viene sobre mí. Unos pocos
(suertudos diría yo) quedaron atrapados entre mis manos. Otros, con peor
destino, rodaron mostrador abajo. Solo pude cruzar mirada con uno de los
empleados, deseando para mis adentros que haya empezado el día con el pie
derecho. Con sonrisa cómplice lo miré y vomité: "Disculpá flaco!",
mientras sostenía los que trataba que no se cayeran.
Los astros estaban
en línea. Me miró y dijo: "Tranquilo, dejá. No hay drama". Se acercó
y me ayudó. Rápidamente tomé unos zapallitos y me alejé de la
zona de peligro. Ya con mayor cautela descubrí que varias verduras habían sido
estratégicamente acomodadas con la misma "lógica".
Una vez con los
productos en mano, me dirigí a la caja. La escena se presentaba más o menos
así. Masculino de veintitantos años, presunto cajero. Teléfono en el hombro
sostenido contra la oreja, birome en mano, trata de anotar en un talonario
escurridizo. En simultaneo, hace las veces de "empleado multitasking" pesando las bolsas de una
mujer que regatea los precios de las manzanas (con guardaespaldas, metro
ochenta, al que identifica como "hijo"). "Que si son redondas,
que si son cuadradas", "que si son oscuras, que si son claras",
"que si tienen manchas o tienen rayas". Sí, sí, exagero. Pero igual
no entiendo. La cola comienza a alargarse. Yo simplemente sonrió. La verdad me
entretiene observar mientras hipotetizo
quién será el occiso.
Queriéndole ganar
minutos al reloj, el empleado, todavía teléfono en hombro, discute los cinco
pesos de diferencia de las manzanas en función del cajón de origen y trata de
pesar y asignar valor a otras dos manzanas y tres bananas del siguiente
cliente. Mientras intercala de forma discretamente audible un rosario que no
transcribiré. La mujer no desiste la rauda batalla por sus cinco pesos. El
cajero cae en cuenta que le sumó mal las frutas al nuevo cliente. Le pide el
ticket, y este no sabe dónde lo ha puesto. En esa calesita de idas y
vueltas, el cajero reparte disculpas a cuanta mirada cruza. Y el que estaba
atrás mío comienza a rebuznar con apio en mano (parece que pensaba irse
rápido). Yo sigo sonriendo.
Cede con la mujer,
le cobra al cliente de las frutas, corta el teléfono y llega su compañero.
Pesan lo que llevo, me cobran. El de atrás sigue con respiraciones profundas
(creo que está por hiperoxigenarse). Yo solo sonrío. Apio en mano, me lo vuelvo
a encontrar en la puerta. Se lo nota apurado, pero cede el paso. Entiendo su
prisa y hago seña para que abandone su cordialidad. Sale y atrás yo. Me quedo
pensando: "cinco pesos, cinco minutos". "¿No será que esta
sociedad inflacionista se nos está yendo un poco de las manos? No sé, son cinco pesos,
son cinco minutos".
Mi estimado Mariano, he leído tu relato. Debo reconocer que me hiciste reír con la caída de los zapallitos. Me pasó lo mismo con unos limones. Pero un niño me ayudó a recogerlos y acomodarlos.
ResponderEliminarLuego traté de reflexionar en esos "cinco pesos, cinco minutos". En "la prisa", en los "suspiros profundos", en la "molestia", en fin...
Me recordó mi día de hoy. Todo listo, preparado para que salga super sensacional como fue planificado. Pero tal como los zapallitos, se desparramó todo por el suelo, y aunque a la distancia había mucha gente ayudando a recogerlos, del otro lado de la vida, estaban aquellos que suspiraban, la prisa los corría y bueno... yo... solita en mi sala frente a una computadora esperando un poquito de amabilidad y cordialidad.
Pero tal como preguntas: ¿No será que esta sociedad inflacionista se nos está yendo de las manos?... En todo sentido se nos está yendo de las manos.
Cris, gracias por tomarte el tiempo de leer y masticar los textos. De alguna forma conectás realidades tan distintas pero tan iguales a la vez. Bueno es saber también que esto que escribo te ayuda a repensar, como decido hacerlo yo cada vez. Un abrazo enorme!
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